C'est la vie
Perversas circunstancias que no me dejan llegar a ti. Estabas ahí, te vi, me viste. La puesta en escena estaba completa: el ambiente extraño, el día gris, el café, los cigarrillos y el lápiz labial; todo en coincidencia para el encuentro perfecto. Incluso te hice notar aquello de tu sonrisa –creo que entonces percibiste el mensaje, todos estos mensajes. Hablamos largo rato, me reí con cada salida ingeniosa de tu parte, hice un chiste de tu sweater verde que no disfrutaste mucho, vanidoso. Pero algo enajenante me pasa siempre que estoy a tu lado, entre en pánico realmente cuando fijaste una mirada categórica en mí que no supe interpretar correctamente. Por un ínfimo momento cruzó por mi mente la idea del rechazo amenazador y bastó sólo ese momento para descontrolar todo en mí. Debí parecer una idiota ¿no?, torpemente dejé el café en la mesita y huí delante de una excusa inverosímil –mi gato estaba hambriento o algo así- faltaron las lágrimas y el desmayo para completar una de las escenas más ridículas de mi fatua imaginación. Porque, sí, sólo te vi y me viste y no fui capaz de nada, ya que el descontrol vino antes, antes incluso de encontrarnos. Apenas te miré muy nerviosa, intentando la sonrisa esa y creo que sí me miraste... un poco. Debo salir de casa sin mayores expectativas. Al menos ya de algo estoy segura, sabes quien soy, sabes quien eres y que todo esto es sólo por ti.
Ya no sé que pensar.
Hasta nuestra eternidad, Antoinette.